La casa de la selección, es un lugar de temer. El jugador que pise la videna, hoy por hoy sufre de algún desgarro o alguna lesión. Parece que no solo bastan las tácticas, los goles y las ganas, sino también algún Chamán para que saque esa mala suerte que persigue a nuestros seleccionados.
Porque Fernández, Vílchez,
Zambrano, Rodríguez, Guizasola, Balbín, Cruzado, Vargas, Sheput, Farfán y
Pizarro, son esas víctimas que la mala fortuna acogió. Ellos vinieron con el
sueño de jugar, y sin embargo su pesadilla terminó siendo una realidad.
¿Es que acaso la bicolor no
puede tener a todos sus jugadores? Si recordamos lo que pasó hace poco, en la
Copa América de Argentina, varios de los “Referentes” no llegaron a estar en el
campeonato. La ausencia de Pizarro y Farfán fue un dolor de cabeza para el
estratega. Pero, a falta de referentes, los jugadores que vienen detrás esperan
la mínima oportunidad para poder lucirse. Este esfuerzo, hizo que Perú quedará
en los 4 mejores equipos de América, al menos, por esa vez.
Derrepente, esta nueva
camada de lesionados, sirva para que aquellos muchachos que aún no tienen una
oportunidad, puedan dar a conocer sus habilidades. Lo que sí es seguro, es que
siempre que hay encuentros importantes, nuestros posibles “abanderados” siempre
sufren de alguna lesión. ¿Será acaso una mera coincidencia? O ¿Hay una mano
negra detrás de cada lesión?
Este es nuestro hospital. El
hospital que más detestamos, que más aborrecemos, porque sus pacientes son
aquellos que más nos representan en el balompié nacional. Pero, como dijo Paolo
Guerrero: “No importa quien juegue, lo que importa es que lo haga con alma y
corazón”. Esas palabras que reviven aquel aficionado, que no pensó en lo mejor
que le pueden dar los demás jugadores. A ellos, la fe, la esperanza y la
gloria.